
Por Ángela Peco Psicología.
Esta es una pregunta típica que aparece en nuestra cabeza cuando las cosas en la vida sentimos que no nos van del todo bien… Nos preguntamos ¿Tendría que ir al psicólogo? o ¿puedo afrontar esto a solas?
El contestarnos a esa pregunta con un “SI” o con un “NO” puede marcar la diferencia entre solucionar nuestro problema y afrontar la vida a pesar de él… o seguir arrastrando ese peso y sobrevivir con mucho esfuerzo y muchos costes: personales, sociales, familiares, de salud…
A lo largo de nuestra vida vamos pasando por situaciones que puede que nos sobrepasen, que no sabemos resolver y que hacen que nuestras emociones estén más alteradas de lo que podemos soportar.
Nuestros familiares y amigos opinan… unos nos animan a ir al psicólogo… otros nos dicen, que eso que nos pasa le pasa a más gente, que no es para tanto… ¿Pero quién decide lo que es “para tanto” para uno mismo?
Ir al psicólogo no es “cosa de locos”, tampoco debería ser algo excepcional… a pesar de esto, es cierto que dar el primer paso a la hora de ir a la consulta es lo más complicado, ya que la persona ha de atravesar el umbral de la “vergüenza”, o de que sus más cercanos lo consideren “fuera de sus cabales”…
Se ha avanzado mucho sobre este aspecto, y cada vez este mito está menos acentuado.
Estos son los motivos por los que sería bueno buscar apoyo de un profesional de la psicología:
- Ir al psicólogo para mejorar.
Como te he comentado antes… no hay normas que te digan ahora sí, ahora todavía no… La razón principal para ir al psicólogo es (siendo muy reduccionista…) porque la persona no se encuentra a gusto consigo misma, bien en lo emocional, en lo social, en lo físico… en algún aspecto de su vida… y eso hace que todo lo demás se comience a tambalear.
De hecho, cuando una persona acude a terapia no sólo hay un área de su vida dañada, ese daño ha “salpicado” a varias facetas de su historia, de su integralidad.
- Cuando nuestra autoestima está bajita.
Cuando decimos que nuestra autoestima es alta, realmente queremos decir que es adecuada.
Si a lo largo del día, de los días… nos invaden pensamientos negativos, continuas críticas y comparaciones con los demás donde no salimos bien parados… si tendemos a fijarnos más en nuestros errores, y pensar que nuestros éxitos son golpes de suerte, o porque alguien nos ha apoyado… si te hablas o te piensas de una manera que si se lo hicieses a otro podría calificarse de “maltrato”… entonces estarás viviendo con una autoestima baja, malqueriéndote. En este caso ir a terapia te ayudaría a poder reenfocarte, a aceptarte en tus facetas y a mejorar, a respetarte como ser humano, a tener una vida más plena.
- Cuando el malestar nos invade día tras día.
Ya sabéis mi tendencia a defender los puntos medios como signo de salud mental…
Lo mismo que no es “sano” estar siempre con un ánimo elevado, alegre, eufórico… tampoco lo es estar día tras día triste, sin ánimo para hacer nada, sintiéndonos deprimidos o cansados…
Todas las emociones cumplen su función, tanto la alegría, como la tristeza son necesarias, pero siempre en equilibrio.
¿Cuándo tengo que poner mi alarma entonces? Cuando los días malos sean algo recurrente, es decir, cuando sean la regla y no la excepción. Cuando no haya nunca o ya no me acuerde de cuándo fue el último día bueno que tuve. En ese momento sería bueno que nos planteásemos si buscar ayuda externa podría ser necesario.
Cuando en nuestra vida coge el mando el miedo o la depresión, no podemos llevar a cabo cosas tan sencillas y tan gratificantes, tan ricas, como: disfrutar de una charla con amigos, salir a pasear al parque, hablar en público…
- Alguna pista más…
- Los miedos irracionales son también motivo de insatisfacción en el día a día de muchas personas: miedo a la muerte, o que algo malo nos suceda a nosotros o alguien cercano, miedo a salir a la calle, miedo a estar en un lugar cerrado, miedo a algún animal, miedo a contagiarnos de alguna enfermedad…
- Las obsesiones, la necesidad de tener todo siempre bajo control, hasta el punto de limitar nuestras actividades diarias. Cuando notamos que si las cosas no salen como nosotros queremos nos alteramos mucho, más de lo normal… Cuando te pasas horas limpiando por el mismo sitio porque quieres controlar el no contagiarte de alguna enfermedad. Cuando somatizas y te sientes enfermo de algo y detectas cada uno de los síntomas de una determinada enfermedad en tu cuerpo y estás convencido de que la padeces pese a que los informes médicos no determinan que exista en ti.
Tu asistencia a terapia, tu trabajo con un psicólogo es muy útil en estos casos.
Según la Sociedad Española para el avance de la Psicología Clínica y de la Salud, la manera de decidir cuándo acudir a la consulta de un psicólogo está íntimamente relacionada con el grado en que el problema está afectando a la vida diaria de la persona. Es decir, cuando ese problema mantiene a la persona desbordada y le es imposible llevar una vida “normalizada”:
- Llegas tarde continuamente al trabajo porque te es imposible levantarte de la cama.
- Has dejado tu grupo social y de amigos porque no quieres comer en público.
- Eres incapaz de ir al cine, porque no soportas la sensación de ahogo que aparece cuando apagan las luces o no poder salir de ahí.
- No te ves capaz de coger el coche porque temes sufrir un accidente.
- No llevas una vida familiar adecuada y cada vez vives más aislado en tu habitación, por tu necesidad de no poder parar de jugar a los videojuegos.
- Tiendes a discutir con todos los que viven a tu alrededor porque no toleras que te lleven la contraria…
- Tu tendencia a la perfección hace que nunca termines nada.
- Estas demasiado irascible ante todos y por todo.
- No puedes parar de llorar porque todo te afecta.
- Problemas para conciliar el sueño, para concentrarte…
- Dificultades para expresar tus sentimientos, para expresar tu emoción, tus deseos…
- Creer que todo es culpa tuya, o que por tu culpa todos los que te rodean están mal…
- Vivir en continua ansiedad, con opresión en el pecho, con ganas de escapar…
- Porque ha fallecido una persona cercana y no ves sentido a continuar.
- Porque te estas divorciando de tu pareja…
- Porque te han maltratado, o porque tú maltratas…
- Porque cuando eras niño/a sufriste abandono, abuso o alguna otra situación que te rompió la infancia y ahora de adulto vives con angustia y sin control esas secuelas…
A pesar de que todos estos síntomas o situaciones pueden ser muy llamativos, en una gran mayoría de casos, la persona afectada no es consciente de que su calidad de vida está minada debido a esa determinada dificultad.
En esos casos, el papel de los familiares o personas allegadas es fundamental, ya que son los que emiten la voz de alarma y recomiendan a la persona que busque ayuda profesional.
Si te has visto reflejado/a en alguno de estos puntos que he estado explicando… es fundamental que te dejes ayudar. Espero que la lectura de este artículo te ayude, como ese “empujoncito” que alguien nos tiene que dar para tomar la decisión de terminar con ese problema que te atormenta.
Cada vez son más las personas que apuestan por su salud mental, porque se han dado cuenta que al igual que la salud física, es un pilar fundamental para llevar una buena vida.
“A terapia no va quien tiene problemas (problemas tenemos todas las personas)… a terapia va quien quiere resolverlos”.
Anónimo
También te puede interesar: