Niña triste
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DEPRESIÓN INFANTIL

Niña triste

DEPRESIÓN INFANTIL

Por Ángela Peco Psicología.

¿La depresión infantil existe? SI.

La depresión es el problema de salud mental más común en todo el mundo. Las cifras son tan altas que han alcanzado proporciones de epidemia.

Es curioso que, en nuestro mundo de adultos, creemos que este tipo de trastornos sólo nos afecta a nosotros, los adultos… sin embargo, la tristeza, la pérdida de capacidad de disfrutar, el llorar de forma diaria y recurrente, también les pasa a nuestros niños.

Al menos 1 de cada 100 niños sufre depresión, y pasa lo mismo con 1 de cada 33 adolescentes… Eso es mucho.

Pero lo peor es que estos niños pueden no ser tratados nunca, ya que podemos restar importancia a su problema, o incluso pueden ser tratados por otras cosas… ya que podemos fijarnos en el bosque en lugar de mirar el árbol.

Uno de los diagnósticos erróneos más habituales es el de TDAH (Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad) en lugar de depresión.

Con este artículo no quiero que patologices las emociones de tus hijos. Las emociones es normal sentirlas. Todos los niños y adolescentes pueden estar tristes, igual que nos pasa a los adultos, incluso pueden sentirse deprimidos, pero un trastorno depresivo es mucho más que esos episodios puntuales.

Es decir, que tristeza no es lo mismo que depresión, por esto creo que es fundamental que aprendas a diferenciarlo. Para esto es clave que tengas en cuenta la frecuencia, intensidad y duración de las conductas, así como también el malestar que siente tu hijo y cómo ese malestar le afecta en su día a día.

CARACTERÍSTICAS DE LA DEPRESIÓN INFANTIL

La depresión en los niños se manifiesta de forma diferente a como lo hace en los adultos… algo normal, ya que los niños en muchas ocasiones carecen del lenguaje y las palabras suficientes para expresar lo que sucede en su mundo interior.

La tristeza es una emoción que aparece frecuentemente en los niños, sin embargo, pueden presentar dificultades a la hora de expresarla, y por eso tienden a exteriorizarla de una forma diferente a como podría esperar un adulto… Esto sucede porque los peques requieren estrategias de afrontamiento que han de adquirir a medida que avance su desarrollo psíquico y neurológico.

Síntomas típicos

  1. Baja autoestima.

Estos pequeños tienden a expresar aspectos negativos de sí mismos. Se muestran muy duros con ellos mismos, muy autoexigentes y se juzgan de una forma muy severa, como si tuvieran un pequeño juez implacable dentro de ellos. Esto hace que su autoestima quede dañada.

Por ejemplo, pueden no querer jugar con otros niños de su edad “porque no les sale tan bien…” o por miedo a que les digan algo o les rechacen. Esto puede hacer que se aíslen o que lleven a cabo actividades que no son apropiadas para su edad y que son más típicas de los adultos, y evitar otras, como el juego con iguales, que son necesarias para su correcto desarrollo socio-emocional.

Suelen ser niños que se describen a sí mismos incidiendo en lo que no les gusta, y con mucha ansiedad y pesimismo sobre el futuro, con tendencia a sentirse culpables por cosas que han sucedido en su entorno o que ni siquiera han ocurrido aún. Esta sensación se alimenta de la rumiación continua de pensamientos en sus cabecitas, de este tipo: “Todo me sale mal” “Soy un desastre” “Esto o aquello es por mi culpa”…

Es decir, tienen problemas a la hora de atribuirse la responsabilidad, y a la hora de generar expectativas. Esta manera de pensar su mundo les genera un gran estrés y además les genera problemas cotidianos: conflictos familiares, rechazo escolar…

Esa pérdida de confianza en sí mismos, de no abordarse correctamente o afrontarla con el escape y la evitación, tenderá a generalizarse cada vez a más áreas en la vida cotidiana del niño.

Es decir, si ante los episodios de tristeza y ansiedad por miedo a afrontar una determinada situación, el niño evita esa situación, esto le confirmará al niño que “no puede”, de modo que internamente el mensaje que llega a su cerebro es el de confirmación de que las creencias que tiene sobre sí mismo son ciertas… entrando así en un círculo que daña cada vez más su autoestima y sensación de valia personal.

  1. Creencias disfuncionales

Los niños, desde muy pequeños pueden adquirir creencias profundas con las que interpretan su realidad.

Una de las que más problemas genera es la que dice algo como “Si no eres el primero eres un perdedor, y si eres un perdedor entonces no vales nada y no te van a querer”.

Cuando un niño cree esto en lo más profundo de su ser, vive en una frustración continua, en una continua comparación, ya que siempre habrá alguien que lo hará sentirse frustrado, triste, incompetente, inútil… porque siempre encontrará que alguien es mejor en algo, o más alto, o más guapo, o más gracioso, o ha sacado mejor nota…

Este es uno de los aspectos más importantes a la hora de trabajar con nuestros niños. Trabajar los términos medios. Graduar sus estados, sus opiniones… lidiar con los extremos. Trabajar con ellos que no existe ni la perfección absoluta ni el desastre extremo. Explicarles que entre el blanco y el negro hay muchos matices, en todo, y eso es perfecto.

  1. Quejas físicas

Los niños que padecen depresión, suelen expresar quejas físicas, de hecho, pueden ser motivo de muchas visitas al pediatra con el consiguiente problema a la hora de asistir al colegio.

Las quejas más habituales son: dolor de cabeza (frente, sienes y nunca), molestias gastrointestinales, cansancio, vómitos y náuseas…

La expresión de sus caritas suele ser de tristeza, e incluso tienden a no mirar al rostro de la persona que les habla, dejando sus miradas perdidas en un punto al infinito…

  1. Ira e irritabilidad

Son niños que al no tener habilidades para expresar su tristeza como puede hacerlo un adulto… suelen expresar su malestar con violencia y con irritabilidad.

En la depresión infantil es muy frecuente la aparición diaria de enfado y de irritabilidad. En los adultos normalmente los síntomas típicos de la depresión son la tristeza y la apatía. De ahí que no sea tan fácil identificarla en los peques.

De este modo, la agitación es un síntoma muy típico en la conducta de niños deprimidos (de ahí que se confunda con TDAH). Sin embargo, en adultos lo que cursa es el enlentecimiento motor y el aturdimiento mental.

Esto es muy importante papás y mamás… Si vuestro peque expresa una irritabilidad fuera de lo normal, preguntaros ¿qué hay debajo de esto? Que no os ciegue el malestar que os genera que vuestro hijo responda de esa forma y eso haga que vosotros respondáis de la misma manera.

  1. Problemas de sueño, apetito…

Generalmente en un niño con depresión, pueden aparecer problemas de conciliación del sueño, pérdida de peso o dejan de coger peso…

En la escuela puede haber problemas a la hora de mantener la atención y problemas de concentración.

  1. Pérdida de su capacidad de disfrutar y aislamiento social

Para los niños con depresión, dejan de disfrutar con lo que antes les hacía felices, y les producía alegría: ver una peli, jugar en el parque, salir con amigos, cantar, bailar…

Es como si hubiese dejado de interesarles todo eso que antes les generaba bienestar, como si no estuviesen interesados por vivir, como si cada vez se fuesen distanciando más de lo que les hace bien y se acercaran más al “no hacer”, a la inactividad.

Este síntoma es uno de los más reconocibles por los padres, ya que los anteriores suelen confundirse más con problemas de conducta, sin embargo, este síntoma es como que hace evidente a los padres que algo diferente le está pasando a su hijo o hija.

Cuando aparece en los niños esta tendencia a no disfrutar, también suele darse la tendencia a negarse a participar en actividades con otros niños, a perder el interés con el colegio (a todo lo que conlleve compartir tiempo con otras personas de su entorno).

¿POR QUÉ APARECE LA DEPRESIÓN EN LOS NIÑOS?

No existe un por qué claro y definido… como en casi cualquier trastorno lo que hay es un cúmulo de factores de riesgo: biológicos, genéticos, psicológicos, sociales…

Aquí te dejo algunos factores que pueden ser relevantes:

  • Estilo cognitivo de los padres: Algunos niños pueden tender a interpretar de forma catastrófica y desproporcionada lo que sucede en sus vidas debido a un aprendizaje por imitación. Es decir, el niño utiliza la forma de interpretar el mundo de uno de sus padres para afrontar las adversidades, y acaba adoptando como propio ese estilo de afrontamiento.

Los estudios sobre este fenómeno señalan que existe un riesgo cuatro veces mayor de desarrollar depresión y ansiedad en los niños cuando uno de sus padres padece estos síntomas, en contraste con los que no tienen antecedentes familiares de ningún tipo.

  • Conflictos entre las figuras de cuidado: Cuando se dan continuas discusiones entre los padres, hace que en los niños aparezca la sensación de desamparo.  Es como si sus cimientos de protección se tambalearan, y se hicieran más grandes los miedos que son típicos de la edad.

Las muestras de afecto entre ambas figuras de apego reducen el riesgo de que los niños experimenten depresión y además actúan como variables de protección (independientemente de si los padres están unidos o no como pareja).

  •  Violencia familiar: Experiencias traumáticas como el maltrato o el abuso sexual son factores de riesgo muy importantes a la hora de que el niño o niña desarrollen depresión infantil.

Los niños que viven en ambientes con un estilo de crianza muy autoritario en los que se impone todo por la fuerza y en donde el conflicto se gestiona con más conflicto, tienden a vivir en una hipervigilancia e hiperactivación que les genera una sensación de indefensión (no está en sus manos controlar lo que sucede…). Esto desemboca en ansiedad y depresión e incluso con problemas de agresividad en la adolescencia y en la adultez.

  • Acontecimientos estresantes:  Cuando un niño vive dentro de situaciones estresantes como, por ejemplo; divorcio de sus padres, cambio de colegio, pérdida de un ser querido… puede ser el desencadenante de un trastorno depresivo en la infancia.
  • Rechazo social: La evidencia científica también muestra, que los niños con pocos amigos y con entornos sociales y familiares débiles socialmente tienen mayor riesgo de desarrollar depresión.

Aquí podemos incluir también a niños que han sufrido conflictos con su grupo de iguales, o que han sufrido bullying (humillaciones constantes, castigo o rechazo en el colegio) …

  • Rasgos de personalidad y otros trastornos mentales o del neurodesarrollo: En algunos casos, la presencia de un rasgo de personalidad de alta afectividad negativa puede estar relacionado con un componente genético.

TRATAMIENTO

La terapia psicológica COGNITIVO-CONDUCTUAL se ha mostrado eficaz a la hora de abordar la depresión con niños.

Se trata de un trabajo de equipo. En este trabajo, el profesional adquiere la información más fiable en relación a sus pensamientos y emociones del propio niño, mientras que los padres nos van a informar mejor de las conductas que el niño tiene y de problemas específicos en su día a día.

Con el NIÑO:

  • Escucharle y apoyarle en su expresión emocional. Utilizamos sobre todo técnicas proyectivas, dibujos, juegos, etc.
  • Ayudarle a mejorar su estado de ánimo diario: expresión de la ira, de la tristeza… de una manera adecuada.
  • Entrenar sus habilidades sociales: Resolver problemas, enseñarle a decir “no”, comunicarse de forma asertiva, fomentar la inteligencia emocional…
  • Trabajar el afrontamiento: estrategias para solucionar problemas, manejo del malestar emocional…
  • Manejo de su pensamiento: estrategias para identificar los pensamientos que le provocan malestar, enseñarle a debatirlos y transformarlos, a la vez que se introducen de forma progresiva actividades gratificantes en su día a día.
  • Mindfulness: Se trabaja con estos niños la importancia de centrar la atención en el momento presente, en la inmediatez, con el fin de reducir su nivel de abstracción y de predecir hechos futuros de forma negativa.

Con los PADRES:

El apoyo de los padres es fundamental en todo el proceso. A ellos:

  • Se les da pautas para que puedan manejar las conductas del niño.
  • Se trabaja el fomento de la escucha empática.
  • Se enseñan estrategias para controlar su propia ira y evitar la conflictividad ante las conductas del niño.
  • Trabajamos estrategias para comunicar sus sentimientos.
  • Se abordan las formas problemáticas de interacción entre todos los miembros de la familia.

También pueden serte útiles estas PAUTAS:

  • Establece y mantén rutinas: Las rutinas dan seguridad a los niños, les permiten sentirse parte de la actividad diaria de la casa y potencian su sensación de valía y autoestima.
  • Presta atención a su autoestima: estar atentos a cuando el niño dice cosas como “soy tonto”, “eso no puedo hacerlo”, “soy feo”, etc… No se trata solo de decirle que no diga eso, sino de reflexionar con él sobre si ha pasado algo en algún lugar o con alguien que le haya hecho tener ese pensamiento y trabajar formas alternativas de ver esa situación.
  • Intenta que las actividades que el niño realiza no sean motivo de estrés. En muchos casos los niños están sobreestimulados con tantas actividades que más que disfrute les genera una sobrecarga. Si es el caso de tu hijo, plantéate reducir el número de estresores en sus días.
  • Genera experiencias agradables y potenciar todas las cosas con las que disfruta y de divierte: comida favorita, salir a sitios que le gusten, jugar a cosas que le diviertan…
  • Estad atentos a que descanse y tenga un sueño reparador: Establecer un horario fijo a la hora de ir a la cama, realizar actividades relajantes y que le gusten, que no use pantallas al menos dos horas antes de ir a dormir…

REFLEXIÓN FINAL…

La depresión siempre se relaciona con indefensión… es decir, con sensación de que no puedo controlar mi vida, mi realidad…

Como adulto te pido que no colabores en generar niños indefensos. Me explico, generas niños indefensos cuando un día los premias por una cosa y al día siguiente le castigas por lo mismo y otro día esa misma conducta te da igual…

Generas un niño indefenso cuando en tu mundo y en el suyo pasan cosas, y haces como que no existe, que no se entera y no le explicas, siempre respetando su edad, lo que sucede.

También le generas indefensión cuando no le pones límites ni le enseñas a manejar su frustración, cuando no le enseñas a esperar y cuando no le dices “no”.

Es muy importante que enseñes a tu hijo a esperar, a esforzarse, a dedicar tiempo a las cosas, a equivocarse y a volver a empezar, a afrontar lo desagradable, a pesar de que sea incómodo.

Cuando acostumbras a tu hijo a tener lo que quiere, cuando lo quiere, cuando le permites que no afronte lo que le asusta o lo que le preocupa… es ahí cuando vienen los problemas (estallidos de ira, estado de ánimo inestable, falta de control de impulsos…)

Y lo más importante, sea cual sea la conducta del niño es esencial que siempre se aborde desde el AMOR INCONDICIONAL de sus padres hacia él. Es decir, el mensaje que los padres han de transmitir al pequeño es que pase lo que pase, y haga lo que haga, SIEMPRE lo van a querer y van a estar para apoyarlo. Amor sí, siempre, y además, todo lo anterior, por eso también es amor.

«Las lágrimas de un niño, son balas directas al corazón»

Anónimo.

 

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Artículos Infancia

¿Y SI ENSEÑAMOS A LOS NIÑOS INTELIGENCIA… EMOCIONAL?

Por Ángela Peco Psicología.

Educar es muy complicado… Educar bien, es más
complicado aún.

Emoción,
pensamiento y acción
son los tres
pilares que apoyan momento a momento nuestro camino en la vida, nuestro
destino…

Este es el motivo por el que conocer estos pilares
nos puede ayudar a vivir de una manera mucho mejor, sintiéndonos más plenos… de
ahí que sea tan importante enseñar a nuestros niños también a hacerlo.

El cómo seamos capaces de manejar nuestras
emociones, de controlarlas y no de que ellas nos controlen a nosotros, puede
convertirnos bien en personas integradas socialmente o excluidas por los demás.

manos color

Propongo… y no soy la única… que en el colegio se
enseñe este tipo de inteligencia por encima de la inteligencia cognoscitiva… No
me cabe duda que construiríamos un futuro lleno de personas más amables, menos
frías, menos astutas, más empáticas, menos frustradas…

Desde siempre se ha asociado el éxito a la
inteligencia cognoscitiva, pero en los últimos años se ha comprobado que esta
inteligencia no se relaciona directamente con resultados positivos en el
colegio y menos aún con la felicidad. Hay niños muy listos, cognitivamente
hablando, que no se sienten felices y que tampoco son brillantes en nada
concreto… Para poder lograr que lo sean, es necesario que vivan con un desarrollo emocional adecuado.

Enseñar a que nuestros hijos sean inteligentes,
emocionalmente hablando, conlleva ayudarles en aquellos momentos en los que
tienen que enfrentar emociones complicadas, enseñándoles habilidades para
conseguir tranquilizarse, regular sus estados y convivir adecuadamente con los
demás.

Cuando les enseñamos este tipo de inteligencia,
estamos dándoles herramientas para que reconozcan sus emociones, y las
organicen.

Enseñarles inteligencia emocional les ayuda a
comprenderse.

Te anoto algunas pautas que quizá puedan ayudarte
para desarrollar en tus niños este tipo de inteligencia:

  • Enséñales a reconocer y nombrar las emociones básicas:
    Alegría, tristeza, miedo, ira…
    Se trata de ofrecer al niño un conjunto de
    estrategias que les ayude a conectar con su interior para que logren sintonizar
    con lo que realmente les pasa y logren a su vez poner palabras que expliquen
    para los demás, pero sobre todo para él mismo qué es lo que le está pasando.

En algún momento escuché que para reconocer que algo
existe hay que tener palabras para nombrarlo… algo así ocurre con las
emociones. Para reconocer que están, hemos de poder nombrarlas. A partir de los
5 años ya podrían comenzar a hacerlo: “estoy enfadado porque no me has dejado
comer helado”, “estoy contento porque esta noche viene los Reyes Magos”, “tengo
miedo cuando salgo del cole y no estás esperándome” …

  • A partir de los
    10 años, ya pueden, también, reconocer
    las emociones secundarias
    : amor, vergüenza, ansiedad… Hablar con ellos de
    forma abierta sobre estas emociones, les hará mitigar la ansiedad que les
    provoque, y con ello disminuirán sus conductas inadecuadas. Pero sobre todo no
    fuerces nada… acompaña, sin forzar.
  • Ponte las gafas para ver lo que hay detrás: Normalmente un niño no quiere portarse mal. Cuando
    lo hace, esa conducta viene como expresión de un sentimiento que lo desborda,
    de una necesidad sin cubrir… Es necesario enseñar al niño a identificar qué es
    eso que le genera esa emoción… abordar estas conductas problema de raíz, es
    básico para que en un futuro no sean una fuente de problemas más importantes.
  • Enséñale después de la tormenta… no durante: El enfado es la válvula de escape que utilizamos
    todos para expresar nuestro desacuerdo con algo o con alguien. Por esta razón
    es preciso que, aunque pongamos límites a nuestros hijos, porque su actitud o
    conducta no son adecuadas, lo hagamos permitiendo que el niño muestre lo que
    siente. Aunque en esos momentos las emociones que salgan no sean las más
    bonitas que tenga: rabia, enfado, decepción… 
    Una vez que pase el momento de enfado, el niño estará más abierto y
    cooperativo. Entonces podremos enseñarles, por ejemplo, que antes de gritar o
    pegar es mejor expresar en voz alta qué es lo que les ha molestado… Cuando
    pueden entender lo que sienten, pueden regular su comportamiento. Autocontrol.
  • Espejito de los seres… lo que ves es lo que eres: Tus hijos no siempre van a hacer lo que les dices
    que hagan… pero no te quepa duda que van a hacer lo mismo que haces tú. Somos
    su espejo, nos miran todo el rato y aprenden de lo que ven en nosotros. Por
    eso… mantén la calma pase lo que pase… tus hijos están aprendiendo eso también,
    que “a pesar de los pesares…” es posible mantener una actitud correcta. Siempre
    ten en cuenta su punto de vista como niño, te ayudará a entender por qué hace
    las cosas que hace o dice lo que dice… Evita culpar o castigar… Pero por favor,
    establece límites… Estamos haciendo mucho daño a los niños al no establecerles
    unos límites adecuados por miedo a traumarlos. Estamos consiguiendo justo
    aquello de lo que huimos.
  • Recordar que la ira es una defensa que utilizan cuando
    sienten miedo, dolor o tristeza
    … Cuando esto lo sabes… ante la ira de tu
    hijo, empieza a funcionar tu empatía. En lugar de hacerle sentir que es una
    mala persona por sentirse de esa manera, le ayudas a aceptar su enfado y a
    sacarlo de su interior, en lugar de quedarse atrapado en ese estado que tanto
    daño le hace.
  • Padres…, no sois vosotros… son ellos… Están aprendiendo a experimentar emociones que a
    veces les quedan grandes, luchan por entenderlas y utilizan las estrategias que
    tienen para hacerles frente… No penséis que se portan mal porque tienen algo
    personal contra vosotros. Entiende que se siente confundido porque no sabe cómo
    controlar sus sentimientos. Ponte en su lugar, el niño es él, no tú… Nuestra misión como adultos es calmar la
    tormenta no aumentarla. Este es momento de poner en práctica el amor
    incondicional…

Si te paras en un parque… no te costará encontrar
ejemplos de niños que no toleran la frustración, que no obedecen las
indicaciones que les dan sus padres, que pegan o insultan a otros niños… Puedes
ver niños cuyo control emocional es prácticamente nulo. Niños a los que los
padres no pueden negarles nada porque están acostumbrados a que se les permita
y consienta todo.

El día de mañana estos niños, si no aprenden en
algún momento de sus vidas a gestionar sus emociones…, están condenados a una
realidad donde la infelicidad va a ser el hándicap con el que van a tener que
vivir al no ser capaces de comprenderse, ni tampoco a ponerse en la piel de los
demás…

Los componentes más potentes de la inteligencia
emocional son:

  • La EMPATÍA.
    “Ponerse en el lugar de los demás”. Para trabajarla con tus hijos, intenta
    razonar siempre con ellos utilizando preguntas como, por ejemplo: ¿Cómo crees
    que se ha sentido papá cuando le has dicho…? ¿Por qué crees que está llorando
    tu primo? ¿Crees que el abuelo está hoy contento?…
  • La COMUNICACIÓN.
    Enseñar a nuestros hijos a dialogar,
    a expresar lo que sienten, a exponer su opinión sin miedo, a razonar sus
    respuestas… Habla con tus hijos, hazles preguntas, ponles ejemplos, pídeles que
    te los pongan ellos…

Pero la comunicación no sólo es hablar… también es escuchar. Enséñales a guardar silencio,
háblales despacio para asegurarte no sólo de que te oyen, sino que también
están comprendiendo lo que oyen. Háblales a la altura de sus ojos. Intenta
utilizar con ellos frases como “¿me has entendido?”, “¿te parece bien?” …

Enséñales a negociar,
que aprendan que en esta vida todo no es ganar o perder… está la opción de que
ellos ganen y el otro también. El diálogo para lograr este punto es clave…
Enséñales que todo tiene un “precio”. Que expliquen por qué necesitan algo,
para qué… qué han de hacer para lograrlo, que pacten contigo, llega con ellos a
acuerdos democráticos.

  • La CONFIANZA. Que
    nuestros hijos sientan que cuentan con el espacio de confianza suficiente para
    contarnos lo que les preocupa o lo que les hace felices.

Una gran y fundamental fuente de confianza son los
amigos.

Para un niño el tener amigos, pertenecer a un grupo,
recibir apoyo de sus iguales cuando lo necesita, compartir juegos, aventuras…,
intereses, todo esto le ayuda a construir una adecuada imagen de sí mismo.

Estas pautas puedes aplicarlas sabiendo que no todos
los niños son iguales… pero teniendo clara una cosa: todos necesitan lo mismo,
sentirse queridos, escuchados y atendidos…

Nosotros de esta manera cumpliremos bien con nuestra
función y ellos crecerán con optimismo, sintiéndose queridos y felices.

“Al menos un 80% del éxito en la edad adulta
proviene de la Inteligencia Emocional”

                                                                         Daniel
Goleman