
Por Ángela Peco Psicología.
La adolescencia es una de las etapas más delicadas en la vida de un ser humano.
De repente, todo cambia, para ellos y para nosotros… y esas expectativas que nos habíamos creado sobre nuestro pequeño, hemos de revisarlas, porque el adolescente en que se está convirtiendo se aleja de las mismas.
Ellos viven tres duelos: el de su cuerpo de niños que ya no está; el de su rol de niños que desaparece; y el de sus padres de la infancia que pasan de ser los mejores a tener defectos como todos…
Nosotros, también vivimos con la sorpresa y la pena de haber perdido a nuestros niños. Nuestro niño obediente, cariñoso, alegre… pasa a ser un desconocido que marca una enorme distancia emocional con nosotros, sus padres… que puede pasar del llanto a la risa, de la euforia al cansancio y del amor al odio (sobre todo hacia nosotros), en menos que canta un gallo. Sin embargo, y aunque nos cueste, permanecer a su lado de forma incondicional es la mejor “medicina” para ambos.
Si tu hijo o hija está pasando por este período, seguro que puedes imaginarte por qué escribo este artículo… tanto los padres como ellos mismos, necesitamos comprender este proceso, para poder vivirlo desde el amor y el respeto, aunque no lo pongan fácil, y a veces nosotros, los padres, tampoco a ellos.
Cuando vivimos este proceso desde el reproche y la incomprensión, hemos de revisar esas expectativas de las que te he hablado antes. No es tu hijo quien falla (él hace lo que le toca hacer…), el fallo está en las expectativas que tú, puede que hayas creado para él o ella.
No me atrevo a marcar una fecha de comienzo y otra de fin (aunque suele hablarse de los 10 a los 19 años), porque la experiencia me dice que es muy relativo este dato, sin embargo, lo que sí es seguro es que se trata de una etapa delicada en la que se produce la maduración física y mental de nuestros hijos. Es como si en su interior un torbellino hormonal inundara todo su ser.
El cuerpo y el cerebro de tu hijo se están reorganizando. Sus conexiones neuronales disminuyen y se afianzan las que ya tiene. Aumenta su emocionalidad, y buscan de forma incansable ser independientes… En este proceso nosotros los padres hemos de intentar no entrar en lucha… hemos de dar espacio, sin descuidar nuestras funciones como padres: cuidar y educar, pero dejando ese espacio en el que ellos puedan buscar.
EL PENSAMIENTO ADOLESCENTE
El pensamiento del adolescente es un pensamiento aun inmaduro, que quiere mostrar madurez… Según el psicólogo David Elkind, los pensamientos adolescentes tienen estas 6 características:
- Idealismo: Suelen imaginar un mundo ideal y se dan cuenta de que el mundo real está muy lejos de esa idealización. Tienden a culpar a los adultos que más cerca tienen de esa diferencia entre lo ideal y lo real.
- Tendencia a discutir. Les encanta probar y mostrar sus habilidades de razonamiento.
- Indecisión. Su falta de experiencia a la hora de tomar decisiones, les lleva a dudar continuamente de las alternativas a elegir ante un determinado hecho. Tienen muchas opciones, pero no tienen aún la habilidad de elegir la más adecuada.
- Hipocresía (aparente). Son idealistas y sueñan con conseguir esos ideales… pero prefieren ignorar los sacrificios que puede conllevar la consecución de los mismos.
- Autoconciencia. En esta etapa son capaces de razonar sobre sus pensamientos. Son capaces de razonar sobre su pensamiento y el de los otros… aunque a menudo suponen, dentro de su egocentrismo que los demás piensan en lo mismo que piensan ellos.
- Se sienten especiales e invulnerables. Los adolescentes creen que son especiales, que a ellos no les pasa lo que al resto del mundo, que son invulnerables ante las situaciones complicadas que los adultos les relatan.
Todo este cóctel hace que muchos adolescentes y sus familias vivan una etapa borrascosa… llena de miedos e incertidumbre en ambos lados.
OJO CON TUS EXPECTATIVAS… ¿Y SI LAS REVISAS?
A pesar de todo esto, no caigas en el “adultocentrismo”, hemos de tener clara una cosa: Nuestros hijos no son de nuestra propiedad… Hemos de darles espacio a sus opiniones, a su criterio, a sus gustos… aunque no sean iguales a los nuestros, por mucho miedo que nos dé el hecho de que se “tuerzan”, de que se equivoquen en sus decisiones…
Cuando los adolescentes no encuentran este espacio lo que hacen es reclamarlo. Nuestra misión será guiar en lugar de imponer, acompañarles en este momento tan importante en que ellos mismos están descubriendo quienes son, y sobre todo no obligarles a ser lo que nosotros somos o queremos que sean…
Deja a un lado los “tienes que…” y toma nota de estos puntos:
- Habla con ellos, sin discutir. Aunque no lo parezca, no les gusta discutir. Intenta hablar con tranquilidad, en tono de conversación. Sería ideal poder hablar en un lugar neutro, fuera de casa.
- No lleves a cabo juicios de valor… pueden llegar a creer que son una decepción para ti. A veces no hace falta ni que digas nada, sólo con tu expresión les dices mucho. Valora en positivo todos los pasos que den y aléjate de expresiones que les recuerden el fracaso.
- No añadas “leña al fuego”. Trabaja tu paciencia.
- Necesitan espacio, su espacio, para poder encontrarse a sí mismos. Intenta no hacer de esto un motivo de castigo. Necesitan un lugar donde poder descansar, pensar, ordenar su mente…
- Dale oportunidades para hacerle ver que es autónomo. Que puede hacer cosas de las que estar orgulloso y déjale que te lo demuestre. Cuando lo sobreproteges… lo haces infeliz.
- Ponle normas… sobre todo con el uso de las pantallas. Ellos no saben parar solos. Tu firmeza aquí es un punto clave para su bienestar… aunque sí, te costará mantener el tipo porque no es algo que les vaya a gustar.
- Si ves que como padre o madre no eres capaz de dar a tu hijo el apoyo que te pide… busca ayuda especializada, un psicólogo puede ayudaros a ambos en estos momentos y daros una guía para seguir mejor el camino.
- No te rindas con tu hijo… necesita saber que lo quieres, necesita que se lo digas y te necesita… aunque te diga que quiere irse de casa… y vaya todos los días enfadado con el mundo. Dile que lo quieres… y ten clara una cosa (él también te quiere).
Intenta reconocer la individualidad de tu hijo. Cuando ellos perciben que eres capaz de respetar su proceso, comprenderá que tu papel es de apoyo y no tendrá por qué luchar contigo.
Suceda lo que suceda, no tires la toalla. Tu hijo adolescente te necesita, casi con toda seguridad más que nunca. Por eso, aunque es muy complicado, tu función es practicar ese amor incondicional que sientes por él (de esa forma, sin condiciones).
“Dos caminos se bifurcaban en un bosque y yo elegí el menos transitado. Eso marcó toda la diferencia”.
Robert Frost.
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