Por Ángela Peco Psicología.
La relación entre alimentos y emociones está en nuestras vidas más presente de lo que podríamos imaginar.
Por un lado, lo que comemos afecta a cómo nos sentimos, pero, además, el cómo nos sentimos también afecta a nuestra manera de comer.

La relación emocional con los alimentos siempre ha estado ahí. Desde nuestros primeros momentos de vida, cuando nos amamantaron, recibimos alimento y aprendemos que esta acción está relacionada con placer, cariño, unión…
A lo largo de la vida hemos mantenido esa relación… Si te pones a hacer memoria… recuerda esos momentos en los que te has sentido más inestable emocionalmente… ¿quizá te apetecía comer más alimentos grasos?… Si a nuestra manera de alimentarnos no le ponemos conciencia… puede que nuestra alimentación sea puramente emocional… es decir, utilizamos nuestra dieta para calmar nuestro estado emocional. Cuando usamos la comida para calmar nuestro estado emocional estamos alimentándonos emocionalmente.
Unos de los factores emocionales que más perjudica nuestra relación con la comida es la desinhibición, sobre todo en personas sedentarias (la mayoría de nosotros) … La desinhibición y los antojos consentidos de ciertos alimentos como bollería o chocolate, la falta de control en lo que comemos y cuanto comemos, el exceso de estos antojos… todos estos factores suelen ir de la mano de los problemas de sobrealimentación y los problemas de conducta alimentaria…
Pasamos del “todo” a “nada”, porque a nivel emocional aparecen sentimientos como “vergüenza” o “culpa” … y nos acabamos convirtiendo en comedores reprimidos, con temor exagerado a ganar peso, nos pasamos la vida controlando nuestra alimentación a través de dietas restrictivas que no hacen sino paradójicamente, aumentar los niveles de ingesta, y por tanto sobrealimentarnos.
¡Qué papel tan importante juega el inconsciente en todo este proceso!
En otras ocasiones os he contado que el inconsciente no entiende de textos, o letras… sino que se relaciona con nosotros y el mundo a través de símbolos e imágenes, por eso el inconsciente no entiende las bromas, y tampoco cuando le lanzamos mensajes en negativo.
Por ejemplo, si nos decimos: “no tengo que comer natillas”, el inconsciente solo va a tener la imagen de las natillas y nos entrarán más ganas de comerlas.
Esto no quiere decir que siempre suceda, pero aumenta considerablemente las probabilidades de que pase… A mayor prohibición, mayor riesgo de atracón.
Ante un problema de descontrol alimentario, la normalización de la comida tiene que ser un objetivo esencial.
Para una persona con problemas de esta índole, las conductas purgativas actúan como refuerzos a la conducta de comer… lo que puede conllevar riesgos muy graves para la salud.
El equipo emoción y alimentación, la búsqueda del equilibrio ha de estar basada en comer justamente lo que necesitamos:
- Abusar del comer por placer, no solamente puede hacer que nos sintamos más cansados y busquemos más comida constantemente, sino que puede provocar serios problemas de salud.
- Reprimir el acto de la alimentación, funciona como “ancla” para la obsesión con la comida. Si me repito constantemente “no tengo que comer harinas” mi inconsciente las va a buscar compulsivamente.
¿Pero cómo más se relacionan las emociones con lo que comemos?
Cuando unimos los afectos positivos al acto de comer, podemos convertir esta acción en algo muy agradable… pero los afectos también pueden ser negativos… y podemos reflejar nuestros conflictos emocionales en lo que comemos y cómo comemos…
Las emociones nos empujan a comer o a dejar de hacerlo. Es decir… podemos comer más o dejar de hacerlo… para sentirnos mejor o… para no sentirnos peor.
Entre los responsables de estas decisiones, se encuentra un aminoácido que es clave en la liberación de serotonina a nuestro cerebro. Ese aminoácido es el triptófano. Los niveles bajos de serotonina están relacionados con la depresión y la obsesión. De ahí que cuando tenemos un problema emocional, solemos ir en busca de comida porque parece que así nos aliviamos. Esto sucede porque muchos alimentos incluyen triptófano.
Cuando nuestro organismo detecta falta serotonina ocasiona distintos efectos negativos, como angustia, tristeza o irritabilidad. Cuando el cuerpo no produce triptófano, lo conseguimos a través de los alimentos. Por lo tanto, los alimentos ricos en este aminoácido actúan como antidepresivos naturales.
Además del triptófano, y la serotonina… hay otro neurotransmisor que también repercute en nuestra forma de nutrirnos… es la dopamina, que nos arrastra a lo que se conoce como “comer con el paladar”. Esta forma de comer tiene que ver con el placer y, por tanto, entra en juego el sistema de recompensa, que está mediado por la dopamina. La dopamina es el neurotransmisor que participa activamente en el refuerzo de conductas placenteras como el sexo o el consumo de drogas.
Esta búsqueda constante del placer y de calmar nuestra insatisfacción, puede llevarnos a comer alimentos sin control. A tomar alimentos con bajo valor nutricional y con altos contenidos en sustancias perjudiciales para el organismo, como las grasas trans…
Identificar el hambre emocional es el primer paso para combatirla.
¿Qué sentimientos aderezan los “problemas” con la comida?
1. MIEDO A NO SER ACEPTADOS
La causa más frecuente de problemas con los alimentos es que los relacionamos con el peso corporal. Nos ponemos a dieta con la esperanza de que al perder unos kilos aumentará la satisfacción personal. Pero si se logra alcanzar el objetivo, a menudo se comprueba que el malestar de fondo no desaparece. Entonces se vuelve a engordar y luego de nuevo a adelgazar, lo que genera un círculo vicioso del que cuesta tomar conciencia.
Autodescubrir la base en la que se apoyan estas conductas nos desvelaría un montón de emociones implicadas –especialmente el miedo a no ser amados– pero, sobre todo, la dificultad para aceptarnos con nuestros «defectos» y «debilidades».
2. SENTIMIENTO DE VERGÜENZA o CULPA
La vergüenza o la culpa aparecen a menudo en nuestra relación con los alimentos. Curiosamente, surgen casi exclusivamente por haber cometido lo que se considera un exceso y casi nunca por quedarnos cortos.
No debemos utilizar la comida como recompensa o castigo.
Masticar bien cada bocado nos ayudará a estar presentes en el momento de la comida, ser conscientes de lo que comemos y cuanto comemos y a no caer en excesos.
Lo deseable, sería, que el acto de comer se vinculara siempre a emociones positivas. Un modo de favorecerlas es establecer una conexión natural con las necesidades del organismo. Comer sintiendo, saboreando, sin estrés, sin “tengos que…”.
“Lo que pensamos genera emociones, pero también lo que comemos”.
Montse Bradford